Monasterio de San Jerónimo de la Murtra
En estas últimas semanas de pseudo confinamiento y reflexión he estado recuperando memorias de lugares curiosos que merecen de una especial mención. Uno de esos lugares que hace no mucho tiempo visité, y que no deja indiferente es el monasterio de San Jerónimo de la Murtra, situado en la milenaria Badalona, llegó a ser durante siglos un punto neurálgico del humanismo y motor de los cambios que acontecieron en el mundo de los siglos XV y XVI. Reyes y grandes personajes buscaron la paz y la sabiduría que los monjes Jerónimos les trasmitirán dentro de los muros en este monasterio que se encuentra entre la sierra y a pocos kilómetros del mar. El nombre también es muy interesante porque Murtra es como en catalán se llama al “mirto” o como los andaluces llamamos al “arrayan”. De hecho, en el interior del claustro vive el habitante más longevo del lugar, un arrayan centenario.
El monasterio lo fundó un rico mercader llamado Bertrán Nicolau en 1416. En aquellos años fundar monasterios era una forma de pagar a la iglesia por la promesa de un lugar en el cielo, de esta forma y tras la muerte del mecenas, él y todos sus descendientes podrían gozar de un lugar privilegiado cerca de Dios.
Reyes como Juan II de Aragón, los Reyes Católicos y Carlos V o Felipe II estuvieron en aquí. Incluso Cristóbal Colón visitó este monasterio en una entrevista que tuvo con los Reyes Católicos tras la vuelta de su primer viaje al Nuevo Mundo, en abril de 1493. Y desde este monasterio se gestó la preparación el segundo viaje que el almirante llevaría a cabo al continente americano. Pero San Jerónimo de la Murtra engloba, además de la presencia de personajes ilustres, historias de todo tipo, como la de Fra Marc Orriols (1519-1567), un jardinero jerónimo que fue reclutado para crear los jardines del monasterio de Yeste, última morada del emperador Carlos V. Y más tarde, fue el elegido por Felipe II para crear los jardines de uno de los grandes símbolos de la monarquía española, el monasterio de San Lorenzo del Escorial.
Sin lugar a dudas, la simbología que se esconde tras las bellas claves de bóveda y los rostros enigmáticos que se encuentra en las ménsulas del claustro evocan misterios e intrigas dignas de las novelas de Dan Brown. Y como tantos recintos religiosos fue vendido durante la desamortización del ministro liberal Mendizabal durante la mitad del siglo XIX. Primero vendido por lotes, y más tarde desbastada su iglesia por un incendio producido en algún momento de ese siglo XIX. Así que se podría decir, que las estancias que se conservan son un milagro de conservación, que fue posible gracias a Francesca Güell i López (1885-1976), hija del mecenas del arquitecto modernista de primeros del siglo XX Antonio Gaudí. Por cierto, ultimas noticias “conspiranoicas” que han llegado a mis oídos dicen que quizás la muerte de Antonio Gaudí no fue un accidente sino un suicidio, como acaba pasando con tantos genios, pero esta es historia para escribir otro día. Francesca fue una catalana que creo una sociedad para que a través del ámbito de la cultura y del religioso se hicieran tertulias y actividades para salvar el lugar. Hoy en día el monasterio sigue perteneciendo a los descendientes de esta catalana, que en estos días recuerda a la autora gallega Emilia Pardo Bazán, y gracias a los voluntarios que allí colaboran y a las actividades que se realizan poco a poco se está rescatando este lugar del olvido y colocándolo en el lugar que merece. Además si te apetece puedes hacer retiros y alojarte en una celda, yo quizás lo haga la próxima vez que visite Barcelona.
Vanesa Jurado, tú guía en Granada